MIEDO DA A VECES COGER UNA PLUMA

"Miedo da a veces coger una pluma y ponerse a escribir,
miedo da a veces tener miedo a tener miedo [...]"
Gloria Fuertes

viernes, 10 de agosto de 2012

Del número de días...


Hay días que me levanto y siento, sé, que tengo cincuenta años. Esos días en que sé cosas que preferiría todavía ignorar y que me pesan. Esos días en que me doy cuenta que he ido marcando un camino y que no hay vuelta atrás, todo lo que puedo llegar a aspirar son bifurcaciones y tomar las direcciones adecuadas para la segunda mitad de mi vida –como prefiero llamarlo-, si es que eso existe.

Hay días en que no me puedo levantar, me pesa el cuerpo y tengo catorce años. Esos días en que mi cuerpo cree que sigue creciendo y yo creo que nadie en el mundo me entiende. Entonces, cuando logro levantarme, tengo una guerra contra todo. Quiero comprarme ropa y entrar a los mismos lugares a los que va toda la gente. Ser tan diferente que pueda encajar en todas partes.

Hay días en que mi cabello es gris. Tengo todas las horas a mi disposición para dedicarme a recordar. Se van turnando recuerdos felices o tristes, graciosos o molestos, reales o falsos, y siempre, en todos ellos, la nostalgia de tiempos en cierto modo mejores.

Hay días en que no tengo edad, todo es nuevo. Cualquier cosa que me digan esos días se marcará para siempre en mi memoria porque está en blanco. Un brochazo de pintura intensa y no se podrá borrar. Esos días, sin darme cuenta, necesito de alguien que me cuide, acabo de llegar al mundo.

Hay días en que tengo veinte años. Creo en ideales cuya lógica interna me inunda y hace que el todo y yo, especialmente yo, tengamos sentido. Esos días me dedico a abordar gente y a contarle las conclusiones a las que he llegado, mi idea ni siquiera es convencer, sino hacer realidad todas esas figuras que flotan en el espacio cerca de mí.

Hay días que, de un salto, se me han sumado diez u once años, tengo treinta y pocos. Tengo las cosas tan claras que me confundo. Me doy cuenta de que, sin importar cuánto tiempo tenga delante, hay cosas que ya no podré hacer. Quiero y no quiero restarme años. Me da gusto esta claridad y sin embargo he entendido que el tiempo ha pasado, pasa y seguirá pasando.

Hay días que son pura noche, no he nacido. Mis sentidos están confinados al espacio de un tipo de matriz. Nada me preocupa, me hablan desde afuera palabras que no entiendo. Ni siquiera sé que son palabras. Doy una patada para acomodarme y conmuevo al ente exterior que ha decidido prestarme un espacio dentro de sí para vivir. No hay paz ni guerra en mí, no pienso ni intento explicar nada. Cada vez tengo menos de esos días.

Hay días, los menos, los casi nunca, que entiendo o creo entender que no importa el número de días. Esos días soy tan consciente de las edades que las olvido. No tengo ni cincuenta, ni ochenta, ni menos de uno, ni veinte, ni treinta y pocos; y gracias a que no tengo edad, soy libre y me permito ser.