Mis
poros, bajo el microscopio, son espirales. Tengo círculos concéntricos y
caminos que llevan a su propio inicio tatuados en la piel. Hay un laberinto en
las palmas de mis manos. Intento todo el tiempo salir, pero no puedo. He
perdido el camino. Hay remolinos hasta en mi pelo. En general, todo en mi mundo
da vueltas. Y en especial hoy, en mi cabeza no ha dejado nada de girar. Vamos
todos a rodar y rodar, cuesta abajo hasta el valle de los árboles con las hojas
curvas, siguiendo trayectorias onduladas. No hay esquinas para descansar de
tanto movimiento.
Sólo
por buscarte me encuentro. Esto nunca ha sido un monólogo, siempre he podido
contestarme.